7 Preguntas
Empieza con estas 7 preguntas
A veces la vida se quiebra sin avisar.
No con ruido, sino en silencio. Por dentro.
Cumplimos con lo que toca: trabajo, familia, responsabilidades, expectativas…
Y un día, sin saber cómo, aparece esa sensación muda de extrañeza.
No es dolor exactamente, sino una especie de “esto no puede ser todo”.
Y ya no sabes si estás avanzando o solo repitiendo.
Ahí no hace falta un gurú ni un manual.
Hacen falta preguntas.
Preguntarse es un acto de valentía, aunque parezca pequeño.
Y si se hace bien, puede reordenar por completo el mapa.
Preguntar no es dudar: es querer entender.
Por eso, si algo dentro de ti no encaja —aunque no sepas bien qué—, el punto de partida no es buscar respuestas, sino aprender a preguntarte.
Aquí van siete preguntas que, si las tomas en serio, te van a ayudar, y mucho.
Si estás buscando por dónde empezar, empieza por ti.
…
1. ¿Cómo me siento de verdad?
Parece una pregunta simple, pero casi nadie sabe contestarla con precisión.
Decimos “estoy mal”, “estoy bien”, “estoy cansado”… sin detenernos a mirar más hondo.
Sin darnos el tiempo de traducir eso que se mueve dentro.
La tristeza no es lo mismo que la frustración.
La rabia no es lo mismo que la desorientación.
Y hasta que no pongas nombre a lo que sientes, no podrás saber qué necesitas.
A veces el caos interior no viene por sentir demasiado o demasiado poco, sino por no saber qué se está sintiendo.
2. ¿Dónde estoy?
No se trata solo de una dirección física o un trabajo.
Es mirar el contexto con honestidad.
¿En qué punto de tu vida estás?
¿Qué te rodea?
¿Qué dinámicas sociales, familiares o laborales te han impuesto, te has impuesto o te han convertido en algo que no te gusta?
El contexto importa más de lo que creemos.
Y sin reconocer el terreno, cualquier intento de cambio será solo un mal impulso.
3. ¿Qué quiero?
Muchos viven años sin formular esta pregunta con claridad.
Decimos “quiero estar mejor”, “quiero tener más dinero”, “quiero estar tranquilo”… pero no concretamos.
¿Dónde es “mejor”?
¿Qué significa “tranquilo”?
¿Cómo se ve, en concreto, ese lugar al que dices querer llegar?
Sin una imagen clara, todo deseo se convierte en espejismo.
Y vivir persiguiendo espejismos agota más que cualquier derrota real.
4. ¿Por qué quiero eso?
Aquí es donde muchos se desarman.
El por qué actúa como una lupa: te obliga a ver si lo que persigues nace de ti o de una idea prestada.
¿Quieres dinero por libertad, por miedo o por reconocimiento?
¿Quieres pareja por amor, por vacío o por costumbre?
¿Buscas una relación emocional, sexual o ambas? ¿Una persona o varias?
No hay respuestas buenas o malas, pero sí hay respuestas tuyas y respuestas ajenas.
Solo cuando las distingues puedes avanzar con sentido.
Hasta entonces, vives actuando en el guion que te han escrito otros: la sociedad, los políticos, tu jefe, tu pareja…
5. ¿Cuánto cuesta lo que quiero?
Y aquí viene la pregunta que casi nadie quiere hacerse.
Todo, absolutamente todo, tiene un precio.
Y quien lo consigue lo sabe: por eso se siente orgulloso.
Ese precio no siempre se mide en dinero.
A veces se paga en tiempo, en esfuerzo o en soledad.
Tener mucho dinero puede costarte tener muy poco tiempo libre.
Tener dinero y tiempo libre te costará formarte bien —de verdad, no con titulitis—, entender el mundo y encontrar un nicho donde tu valor tenga sentido.
Tener una pareja monógama te costará serlo también tú.
Tener varias te puede costar estar solo hasta que encuentres quien comparta tu mismo marco.
Y si eliges el engaño para tener la exclusiva sin darla, el precio será la consecuencia inevitable de tus propias mentiras.
Nada es gratis.
Pero pagar el precio correcto, con conciencia, da paz.
Negarte a pagarlo, tarde o temprano, sale mucho más caro.
6. ¿Cómo lo hago?
Una vez que sabes el qué, el por qué y el cuánto, llega la parte práctica: el cómo.
Aquí se cruzan la intención y la acción.
¿Qué pasos reales puedes dar?
¿Qué necesitas aprender, soltar o incorporar?
No se trata de hacer listas infinitas, sino de moverte con coherencia.
De construir puentes entre tu punto A y tu punto B… y atreverte a cruzarlos.
La estrategia sin propósito es ruido.
El propósito sin acción, sueño.
7. ¿Quiero hacerlo solo?
Vivimos en una cultura que glorifica el “yo puedo solo”.
Pero somos animales sociales.
Así como una sociedad puede meterte en la rueda del produce–consume–procrea, también puede tenderte una mano para salir de ella.
Y ojo: ruedas impuestas hay en todas partes.
Quizá la más evidente sea la laboral, pero también existen en lo afectivo o lo sexual.
Puede que formes parte de una pareja “libre” en teoría, pero que no estés recibiendo lo que realmente quieres.
La auténtica madurez está en reconocer lo que no quieres, lo que sí quieres,
y tener el valor de pagar el precio de lo que cuesta vivir acorde a eso.
Preguntarte si puedes hacerlo solo no es señal de debilidad, sino de madurez.
Hay procesos que requieren acompañamiento, guía o simplemente espejo.
A veces basta con alguien que te recuerde lo que ya sabías.
Y esta es, quizá, la pregunta más honesta de todas.
Porque incluso si puedes, tal vez no quieras hacerlo solo.
Por rapidez, comodidad o simple elección.
No todo lo profundo tiene que ser solitario.
Elegir ayuda no te resta mérito; te devuelve practicidad.
…
Preguntarse no es perder el tiempo.
Es detener el ruido.
Las respuestas importantes no llegan corriendo detrás de ti.
Aparecen cuando por fin te quedas quieto y escuchas.
El poder de las preguntas está en que te devuelven la brújula.
Y cuando sabes mirar hacia dentro sin miedo,
la dirección se aclara sola.
…